martes, 24 de junio de 2014

Mi desastre preferido

Estos momentos, en los que el caos tiene lugar en un pequeño, y siempre he creído, hueco espacio, no hay manera de ver una senda clara. Se ven emborronadas, como si un niño hubiese pasado sus dedos torpemente sobre ellas, queriendo tocar sus diferentes texturas, pero destruyéndolas a su paso.

Es imposible caminar dos caminos a la vez, pero ¿acaso no existen los puentes?

Ahora bien, se necesitan materiales para construir un puente. Numerosos materiales. Engorrosos, costosos y preciosos materiales de los que no dispongo. ¿Qué hacer entonces?

En este momento, creo que vanamente, intento poner orden en este cajón, por la simple razón de que me han inculcado desde pequeña a tener un orden en las cosas. Podríamos llamarlo costumbre.

En este instante, en el cual, he subido al punto más alto de mi cabeza y agarrándome al más elevado de mis cabellos, con la mano haciendo sombra en mis ojos, intento avistar mi futuro en medio de todo ese caos.

Ha sido así, cuando en ese preciso instante he caído en la cuenta de que las sendas se hacen, no se encuentran.
De que mis piernas pueden ser mis puentes y mis manos las herramientas para construirlos.
De que el caos es precioso tal y como es. Impredecible y mágico.
Y mi cajón me gusta más cuando está desordenado. Porque es un completo y hermoso desastre.
Porque es mi desastre preferido.

1 comentario:

  1. Es hermoso imaginar dos puntos separados por diez mil kilómetros. Uno en Siberia, otro en el Algarve. Ningún contacto; más allá de seis grados de separación, perfectos puntos desconocidos y sin conciencia el uno del otro. Mundos y estrellas como fronteras y obstáculos para no verse de ninguna de las maneras.

    Dos espacios, dos cuerpos, dos medidas, dos aguas o dos vientos. La inexistencia del otro, la falta de "alteridad" entre cada uno. El simple y llano individualismo, la tundra en Siberia, la arena en Portugal. Frío y calor. Lágrima de hielo, lágrima salada.

    Podrían ser absolutamente contrarios si tuvieran conciencia el uno del otro.

    Pero el universo hace PAM! con los dedos en forma de pistola. Y se cruzan en una maravillosa esquina. Sin ningún motivo, ni una razón.

    Y el universo, las constelaciones, las estrellas, este planeta, un trozo de mapa, un cuadro urbano, una esquina entre dos calles, un pequeño empedrado, un metro y dos centímetros, un milímetro... todo, se convierte en un precioso puente de cristal, translúcido e irisado por el sol que une dos "cosas" (párese a leer cosas y saboree cada sílaba) que ya nunca más serán inexistentes la una para la otra.

    ¡Qué bonito puente que lleva tu nombre!

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